lunes, 11 de noviembre de 2013

¡Por los huesos de San Pedro!

El show de los muertos de la Iglesia Católica termina con la estrella de la función. De ACI Prensa:
Para cerrar con broche de oro el Año de la Fe, convocado por Benedicto XVI y que termina el próximo 24 de noviembre, el Vaticano ha decidido exponer públicamente las reliquias del Apóstol San Pedro, el primer Papa y Vicario de Cristo en la tierra que murió martirizado.
Con respecto a la veneración de las reliquias ya se ha escrito varias veces en este blog, consignando el hecho bien sabido de que la mayoría de ellas son, como siempre han sido, falsas. El cadáver del apóstol Pedro, además, tiene un bagaje político particular. Como en otras ocasiones, me sirvo de la erudición del historiador católico Paul Johnson, que luego de relatar la grosera corrupción existente en torno a la fabricación y el tráfico de partes de cuerpos o vestimentas de santos o beatos, llega a la reliquia más codiciada de todas:
La reliquia más importante era el cuerpo de san Pedro, que según había creído la opinión cristiana, por lo menos desde mediados del siglo II, estaba enterrado en el lugar de la Iglesia vaticana que lleva su nombre. Se entendía que la posesión del cuerpo era la “prueba” definitiva de que Pedro era el primer obispo de Roma. Se estableció la siguiente cronología: en el año 34 d.C. Pedro se convirtió en obispo de Antioquía, en 40 trasladó su sede a Roma, en 59 consagró como sucesores a Lino y Cleto. Nadie refutaba estos asertos. Se presumía que Pedro había fundado un linaje episcopal que después nunca se había interrumpido. Más aún, el cuerpo de Pablo estaba también en Roma. Estas reliquias convertían a Roma en una fundación apostólica por partida doble, la única fuera de Jerusalén que no era una fuerza en la política de la Iglesia. León el Grande, papa desde 440 hasta 461, destacó el hecho de que Pedro y Pablo, los apóstoles más poderosos, habían reemplazado a Rómulo y Remo como protectores de la ciudad. De esta forma, Roma heredó, de manera cristianizada, parte de la invencibilidad de la ciudad imperial. (Paul Johnson, Historia del cristianismo, p. 227. Ediciones B Argentina S. A., 1999)
“Nadie refutaba estos asertos”, como dice Johnson, y de hecho nadie en la Iglesia hoy se animaría a refutarlos, por más que no sean producto más que de “la opinión cristiana”, es decir, las habladurías de un pueblo totalmente crédulo, alimentadas a conciencia por los jerarcas romanos deseosos de incrementar el poder y prestigio de su sede. El cuerpo de Pedro podría de hecho estar en cualquier lado sin desmedro para la fe, pero eso no serviría a los papas para reafirmar su poder monárquico absoluto sobre todas las jurisdicciones cristianas del planeta; a otro nivel, las oportunidades publicitarias —y para la exhibición obscena de la piedad pueril de los adoradores de huesos, dientes, cartílagos y pedazos de vísceras secas— son demasiadas como para dejarlas pasar. Si la Tradición (con mayúsculas) dice que Pedro está allí enterrado, ¿por qué negarles a los peregrinos cargados de euros acudir a venerarlo?

2 comentarios:

  1. ¿Y el Santo Prepucio? (así, con respetuosas mayúsculas) ¿en dónde cuernos está el Santo Prepucio de Vuestro Señor Jesucristo para que lo muestren también? Podría tener incluso más éxito que un concierto Lady Gaga… ¿O será que tiene copyright? (El prepucio, no Lady Gaga).

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  2. Hay varios!!!!! En distintas Iglesias. Basta leer "Las Cuevas del Vaticano" de Roger Perefitte que las comoce todas.

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