sábado, 17 de julio de 2010

Ellos y nosotros

Entre la cantidad de artículos sobre la aprobación del matrimonio homosexual que salieron en estos días, me quiero detener en uno publicado por Página/12 con el título Los que eligieron perder. Su autor es Eduardo de la Serna, coordinador del Movimiento de Sacerdotes en Opción por los Pobres. Representa a lo que en otra época hubiera sido un grupo de “sacerdotes del Tercer Mundo” y que aquí y ahora se denominan más bien “curas villeros”. Comienza así:
El matrimonio igualitario es ley en Argentina. Obvio que un grupo ganó, y tocará a ellos y ellas festejar y analizar ese triunfo. Y la historia y la vida mostrará cuánto afecta a nuestra sociedad la nueva ley.
Conozco poco de los detalles de este movimiento, pero su nombre y la historia de movimientos similares, junto con el contenido de lo que sigue, me dice que este sacerdote no está de acuerdo con las groseras tácticas de miedo y desinformación en tono apocalíptico que la Iglesia empleó para intentar que la ley no saliera. Lamentablemente, su discurso termina yendo hacia el lado opuesto. ¿“Un grupo ganó”? ¿Les tocará “a ellos” festejar?

La ley de matrimonio igualitario se puede leer en muchos planos. El más obvio es el de la letra y el procedimiento. El siguiente es el que casi todos han analizado, el que tiene que ver con el fin simbólico de una discriminación y el reconocimiento de la diversidad no sólo por la ley, sino por la sociedad que presenció y participó del debate. Uno más elevado, que no he visto tratado con claridad, es que se trata de un golpe más (y uno especialmente fuerte) a la idea de que la familia debe incluir personas de sexos opuestos como núcleo; y por encima de esto llegamos a la idea de que la sexualidad de cada uno debería dejar de ser significativa en nuestras relaciones sociales. Esto no quiere decir, claro está, que buscaremos pareja sin mirar de qué sexo es o cuál es su identidad sexual, sino que podríamos —en una sociedad más avanzada, menos sujeta a estructuras como las que esta ley ha comenzado a romper— prescindir de dividirnos según estos criterios, como prescindimos de dividirnos según nuestra comida favorita o nuestro estilo de vestir.

En una sociedad ideal como ésa, el colectivo LGBT que luchó por la ley desaparecería como tal, y resultaría ridículo hablar de aquel grupo que “ganó” contra otros. Claro que hoy no es ridículo, pero la verdad, sí es un poco chocante ver esta división entre nosotros y ellos viniendo de un grupo de sacerdotes progresistas, con los pies en la tierra y en contacto con lo más sufrido de nuestra sociedad. Es chocante porque de la Serna, al mismo tiempo que analiza la fallida táctica corporativa de la Iglesia, se identifica corporativamente con esa iglesia, se pone sutilmente del lado de los que perdieron. Los nombra en tercera persona, pero no oculta su decepción al no poder estar festejando con otros “ganadores”. Le duele haber perdido, lo cual indica que cree que habría podido ganar.
[N]o me parece que fuera la misma (aunque todos compartieran el rechazo a la ley) la opinión de Casaretto que la de Marino, la de Arancedo que la de Aguer. Creo que en el interno de la Iglesia jerárquica […] ganó la línea más dura, la que habló de “guerra”, de “kulturkampf” (lucha de culturas), la que lo planteó como una suerte de cruzada.
Veamos. Jorge Casaretto es el obispo de San Isidro y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, y dijo que el matrimonio gay “no es un matrimonio” y tratarlo “no es el principal problema de la Argentina”, aunque “eso no quiere decir que no se encuentren formas legales para proteger los derechos” de los homosexuales. Antonio Marino, obispo auxiliar de La Plata, dijo que los homosexuales son más promiscuos y violentos que los heterosexuales y que tienden más al suicidio, a la ansiedad y a consumir drogas. José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe, dijo que “el matrimonio […] no es algo que provenga de la Iglesia, es la unidad del hombre y la mujer ordenado a la vida” y siendo esto así por definición no es discriminatorio negarse a llamar matrimonio a la unión de dos personas del mismo sexo. Héctor Aguer, obispo de La Plata, dijo que el matrimonio para todos “es una ley inicua que altera el ordenamiento jurídico de la sociedad argentina” y que “sólo el 5 por ciento de las personas del mismo sexo que conviven quieren casarse y además esas uniones son sumamente inestables”.

De todo esto sacamos en limpio lo que dijo cada uno: Casaretto, una opinión tonta con ínfulas de verdad y un argumento falaz y trillado; Marino, una sarta de mentiras con base en estadísticas fraguadas; Arancedo, una burda mentira histórica y antropológica; y Aguer, una descalificación y algo que, de ser verdad (cosa dudosa) sería un non sequitur. Para mí la única diferencia es que Casaretto y Arancedo buscaron desviar la atención con subterfugios deshonestos, dejando a los homosexuales de lado, mientras que Marino y Aguer trataron de llamar la atención sobre lo malo y perverso de la homosexualidad, cosa que sólo lograron mintiendo.

Lo que no escuchamos en ningún caso fue a un jerarca eclesiástico corrigiendo o llamando al diálogo a otro. Y no lo escuchamos tampoco en este buen curita tercermundista, que a todas luces se lamenta por la falla de la estrategia discursiva de la Iglesia contra los derechos de los homosexuales y no por el contenido de las descalificaciones, distorsiones y mentiras a las que se recurrió.
Si la jerarquía pretendía que su posición tuviera un eco, que fuera recibida, ¿por qué no puso a sus mejores “cabezas” a expresar argumentos y razones, en lugar de repartir condenas y amenazas?
La pregunta tiene fácil respuesta: las mejores cabezas de la Iglesia expresaron argumentos y razones, y ni uno resistió el peso de la realidad. Las razones que no eran teológicas o de apelación a la tradición no sirvieron, porque no había argumentos válidos. Los homosexuales no son enfermos ni perversos; las parejas homosexuales pueden criar, y crían, hijos de uno u otro miembro o hijos adoptados, sin más ni menos inconvenientes que las parejas heterosexuales; las leyes de familia y otras que puedan entrar en conflicto con la nueva ley de matrimonio pueden adecuarse a tiempo, sin que el sistema legal se desmorone; el debate de la ley, que algunos denunciaron como demasiado rápido, fue precedido por un debate de años en otros foros. Por otra parte, el diálogo no sirve cuando una de las partes es, según su pretensión nunca ocultada, poseedora de la verdad única.
En lo personal no escuché argumentos fuera de lo estrictamente “eclesiástico” en contra de la ley, no hubo elementos jurídicos, sociológicos, psicológicos, culturales, antropológicos, etc. Creo que la Iglesia jerárquica sólo gritó más fuerte, ¡y perdió!
El sacerdote se equivoca. Hubo mucho de estudio jurídico, de sociología, de psicología y de antropología, de especulación sobre lo que significaría una ley así para nuestra cultura. Pero todo lo que vino del lado de la Iglesia estuvo teñido de mala intención y de distorsión, o fue un cúmulo de peticiones de principio y apelaciones a la tradición, a seguir con el statu quo idealizado de “familia = papá + mamá + hijos”. El debate se dio y perdieron, no por falta de argumentos académicos, sino porque al final de todo, no hay argumentos de prudencia que se sostengan ante la necesidad de reconocer un derecho civil a una minoría que lo busca.

Sí, Eduardo de la Serna representa lo mejor que la Iglesia puede mostrar. Sí, Eduardo de la Serna es uno de los pocos que se acercan a vivir el ideal evangélico, que no es el mejor pero es mejor que la vida hipócrita, de riqueza e influencia política de los líderes de su Iglesia. Pero si sigue creyendo en su corporación y prefiriendo su triunfo por sobre la alegría y la libertad de los individuos reales, de carne y hueso, que lo rodean, entonces se coloca él mismo del otro lado de la división que sus jerarcas trazaron.

5 comentarios:

  1. Es lo mejorcito que hay? Por qué no luchan para frenar el fundamentalismo católico de una manera más contundente?

    ResponderEliminar
  2. A modo de explorador que se adentra en el Amazonas para analizar cómo pican los insectos, fui a la marcha del martes 13 frente al Congreso a escuchar los argumentos en contra. Me dieron un folleto, separado en fundamentos naturales y fundamentos legales.

    Respecto a los primeros, los más biológico que menciona es: cromosomas XY en el hombre y XX en la mujer (aunque por síndrome de Klinefelter un hombre puede tener XXY). El resto afirmaciones sin ninguna referencia científica.

    Respecto a los fundamentos legales, mencionan el actual Código Civil sin darse cuenta que años atrás la misma ICAR se negaba a reconocerlo. Asumen como las leyes son estáticas y apelan a la tradición para descalificar cualquier cambio en la sociedad.

    Lo que más me dolió, fue la parte del folleto que habla de la homosexualidad como enfermedad. Allí está la famosa pseudo-estadística que mencionó Marino sobre la promiscuidad (sin referencia al origen la misma, quizás fue dada por revelación jeje) También menciona 20 años menos de expectativa de vida, y nos para menos ya que en países islámicos se castiga con la muerte.

    En acto en sí fue sumamente religioso y con canciones para hacer nublar la capacidad de juicio y decir cosas como "ohhh ohhh somos un pueblo inteligente ohh ohhh" al ritmo de la canción del mundial (no podía faltar algo referido al fútbol)

    Hace poco ví que en varios grupos de facebook mencionan un tal "Informe Rekers" mostrando el por qué no deben adoptar las parejas homoparentales. Busqué un poco más del autor, George Rekers, quien trabajaba en un instituto religioso llamado NARTH donde "recuperaban" homosexuales. Sus métodos fueron condenados por la APA y en las referencias a otros estudios usadas en su informe eran todas de institutos religiosos. Sin que suene a descalificación, este señor tuvo un incidente al contratar a un jovencito para que lleve las valijas donde parece que fue víctima de la enfermedad que curaba y tuvo que renunciar al instituto.

    ResponderEliminar
  3. Tengo que reconocer que estoy cansado de la cobertura tan amplia que se ha dado al este tema. No es que le reste importancia y creo que la polémica en Argentina ha sido muy interesante, pero veréis como dentro de poco tiempo se habrá olvidado.

    ResponderEliminar
  4. Se aprobó democraticamente como debía ser.

    Los argumentos contrarios fueron pobres, repetitivos, a veces parecían más anti K que contrarios a los derechos civiles. Algunos buscaban quedar bien "con Dios y con el Diablo", valga el tono de la polémica de Bergoglio. Lo mismo este cura que quiere despegarse de Bergoglio pero -de hecho- sostiene lo mismo con otro tono.

    De todos modos muchos de los argumentos favorables comenzaron con el clásico "yo soy católico...". No es también buscar un compromiso?

    ResponderEliminar
  5. Justo Oscar: efectivamente, algunos utilizaron como argumento la cuestión de la división o la confrontación kirchnerista, completamente irrelevante (los que aprovecharon para hablar bien del gobierno también lo fueron). En un momento a mí me cansó escuchar eso de "yo soy católico pero…". La expresión pública de la religión de un legislador, sea como justificativo de algo o excusándose de ella, me parece una tontería.

    ResponderEliminar

Dejá tu comentario sobre el tema de este post aquí. Por favor, utilizá un nombre o seudónimo. Si querés opinar o hablar de otro tema, usá el Buzón de sugerencias.