jueves, 25 de abril de 2013

El ombligo de Adán

Les juro que la puerilidad de los creyentes no deja de sorprenderme.


La conversación en Twitter cuya captura de pantalla está aquí arriba tiene como protagonista central a Alberto Bermúdez, nada menos que el editor jefe de ACI Prensa, una de las agencias de información propaganda católica más importantes del mundo. (Bermúdez no sólo dirige ACI sino que tiene un podcast.)

Desconozco, y no importa mucho verdaderamente, si el usuario @longoandrade habla en serio o no al preguntar. Bermúdez, por otra parte, sí se lo toma en serio. Comete su primer error, ya que habría bastado con responder “A Adán lo pintan con ombligo por convención artística” y punto. En cambio se ofusca, quizá intuyendo una chanza, y en menos de 140 caracteres dice la burrada de que un ombligo no requiere un cordón umbilical y además le concede existencia física real a Adán. A Adán, el primer hombre, creado por Dios del barro. Sí, el mismo Adán que cuando uno le señala todos los hallazgos de la biología evolutiva a los creyentes ellos se apresuran a decir que es una metáfora. El mismo Adán que, naturalmente y salvo un monstruoso milagro divino, no pudo haber existido jamás.

La pobre @IndiraFructuoso trata de mediar, con la mejor intención y un poco de sentido común, pero a Bermúdez no le caen bien los que dudan de su sapiencia teológica: “Dios pudo haber creado a Adán con 80 agujeros en la panza si se le daba la gana”.

Y desde luego tiene razón. Dios, si existiera, podría haber creado al primer ser humano de manera que se reprodujese por brotes, que tuviese un ombligo en el centro de la frente o que se volviera fluorescente en momentos de excitación. O bien, lo cual es un poco menos evidentemente ridículo, podría haber creado al ser humano de manera que cuando los paleontólogos del futuro estudiasen sus restos éstos les resultaran idénticos a lo que se podría esperar si el hombre hubiese evolucionado de una rama del tronco común de los grandes simios. Más aún, podría haber creado la vida de manera que pareciese que toda ella ha evolucionado a partir de un ancestro común, de manera que pareciese que los seres humanos somos parientes lejanos de las gallinas, las lechugas, los champiñones y la Escherichia coli.

Desde luego, si Adán existió, todo esto debe ser mera apariencia. Y en ese caso —sólo en ese caso— vale la pena que personas adultas y con conocimientos básicos de cómo funciona el universo discutan seriamente si Adán tenía o no ombligo.

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