miércoles, 10 de julio de 2013

Adoctrinación católica en Corrientes (parte 2)

Me confieso atrasado en noticias. Cuando publiqué que en Corrientes la Iglesia y el ministerio de Educación están “colaborando” para producir materiales de lo que ellos llaman “educación sexual” para adoctrinar niños en las escuelas públicas, ignoraba que la excusa para ello se venía preparando desde hace más de un año.

Del portal corrientes.in, 9 de mayo de 2012:
Fernández sobre la Educación sexual en escuelas: Corrientes es una provincia católica donde el programa nacional no tendría amplia recepción

Así lo indicó el diputado provincial y referente gremial de AMET, Rufino Fernández. En Radio Continental recordó que los padres tienen una patria potestad sobre los hijos, lo cual constituye un límite para el docente. (…)

“Nadie puede desconocer que Corrientes es una provincia católica, con fuerte presencia en la educación. Es normal por su gran devoción a la Iglesia católica y por eso, el debate debería darse en cada jurisdicción. No creo que la Capital Federal tenga la misma idiosincrasia de otros puntos del país”, opinó el legislador.
En mi último post ya vimos cómo la idiosincrasia local era usada como justificativo para borrar los contenidos enviados por el Ministerio de Educación nacional y reemplazarlos por materiales que sólo en un abuso del idioma podrían llamarse educativos. En la mesa de reuniones se veían con claridad copias de un cuaderno producido por el Consejo Superior de Educación Católica (CONSUDEC).


El CONSUDEC depende de la Conferencia Episcopal Argentina, que no obstante estar formada por obispos de todo el país, tiene su sede en Buenos Aires. Es dudoso que el CONSUDEC haya consultado a los laicos católicos de a pie en las provincias; hemos de suponer que los fieles de todo el país, en virtud de ser católicos, tienen todos la misma idiosincrasia…

Es también bastante dudoso que exista una verdadera colaboración entre el Ministerio de Educación correntino y la Junta Arquidiocesana de Educación Católica (JAEC). Por un lado, es poco probable que el ministerio tenga algo propio que agregar a los abundantes materiales ya elaborados por su par nacional, y por el otro, poco de ese material puede sobrevivir al contacto con los puntos de vista de la “educación” sexual católica. Simplemente no puede elaborarse un texto que incluya a la vez educación sexual compatible con un estado laico moderno y la clase de basura que produce la Iglesia. Sería como armar un manual de etiqueta y ceremonial con la “colaboración” de un grupo de hombres de Neanderthal.

“Eduquemos atendiendo a las diferencias reales y buenas entre varones y mujeres.”

La justificación de Fernández es algo preocupante. Las provincias no son católicas. Ni los países ni las ciudades son cristianas, judías, budistas, musulmanas o ateas. Se puede hablar de mayorías y minorías, a lo sumo, pero esas mayorías y minorías son contingentes e irrelevantes para este caso. Corrientes es una provincia donde, como en toda Argentina, la mayor parte de la gente ha sido bautizada y se dice católica. Eso no implica una forma de pensar idéntica en todos. Esa idiosincrasia, en tanto existe como tendencia general, no es innata ni sagrada ni inmodificable. Hace cincuenta años el argentino típico creía que las mujeres eran inferiores a los hombres, que convivir con una pareja sexual sin casarse o tener hijos fuera del matrimonio era una vergüenza, y desde luego, que los homosexuales eran anormales a los que había que apartar de la gente normal, si no exterminar. Hace treinta años el divorcio era un pecado tan grande que se juntaban decenas de miles de manifestantes a pedir que la ley no lo permitiera. Hoy esas actitudes existen pero en mucha menor medida, y ya no son toleradas en el debate público de manera abierta ni en los círculos más respetables de la sociedad (de estos círculos excluyo, naturalmente, a la Iglesia Católica).

Los pueblos no son prisioneros de su tradición y la tarea de la educación frecuentemente es atacar y demoler esa tradición, incluso aunque por motivos pragmáticos tenga que trabajar sobre ella por un tiempo. Si Corrientes es una provincia católica hasta el punto de no poder aceptar que sus niños aprendan que las familias homoparentales son familias de verdad o que las mujeres y los hombres no tienen roles fijos por naturaleza, esa catolicidad es un problema a resolver, no una idiosincrasia que haya que respetar.

La cuestión de la potestad de los padres también es una excusa habitual. Cierto es que los padres tienen el derecho de elegir para sus hijos la educación que prefieran, pero como todo derecho, éste tiene límites. Los niños tienen derechos también: a una educación de calidad, a una educación sexual basada en evidencias y en el respeto de los derechos humanos; derecho a un bienestar que incluye ser parte de una comunidad educativa que los recibirá y aceptará aunque muestren una orientación sexual distinta a la mayoría o (en el caso de las chicas) aunque queden embarazadas sin desearlo o quieran vestirse “provocativamente” sin que eso les sirva de excusa a otros para violarlas.

Fundamentalmente, los niños tienen derecho a la libertad de conciencia, vale decir, en este contexto, a recibir información suficiente para tener elementos de juicio que les permitan formarse una moral propia, incluso aunque sus padres insistan en que sólo debe obedecer y copiar la moral de ellos. Ninguna educación es neutral, pero una educación laica es una base más amplia que cualquier adoctrinamiento religioso, que es divisivo por naturaleza.

2 comentarios:

  1. Siendo coherente con la misma justificación, espero que ningún/a ferviente católico/a se indigne cuando en bajo leyes islámicas se apedrean a muerte mujeres violadas acusándolas de ser infieles. Porque es exactamente la misma razón que aducen para esto con la que justifican esos actos.

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  2. Me parece ofensivo comparar a los simpáticos hombres de Nearderthal, de cuyas ideas nada conocemos, con los repelentes fanáticos religiosos actuales a quienes no quisiéramos conocer.

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