viernes, 14 de agosto de 2009

Aguer y Grondona, un solo corazón (A131.2)

Continúo con la reseña del segmento del programa Clases, de Mariano Grondona, en el que se entrevista al arzobispo Héctor Aguer. Se trata, recordarán ustedes, de dos videos posteados por el blog católico Multiespacio Cultural El Camino (del primero ya hablé). El asunto no es muy divertido porque Grondona está en todo de acuerdo con Aguer. Ambos coinciden en sus distorsiones fáciles de las ideas modernas sobre sexualidad y roles de género.
Grondona: “Cuando un padre o una madre educan a un chico o a una chica, la idea es que no le instalen valores. Es decir, yo tengo un chico o una chica y le digo mirá, vos cuando tengas uso de razón verás qué alternativas hay y tomás una decisión.”
Si alguien tiene en verdad esa idea, comprobará tarde o temprano que tal "educación neutra" no resulta posible. El ser humano absorbe su moral y sus valores de lo que lo rodea, incluyendo su visión sobre la sexualidad. Aguer se contradice: parece estar de acuerdo con esta crítica a la educación moderna, pero al mismo tiempo denuncia que es ideológica porque impone cierta visión del hombre que es incorrecta. ¿Se están transmitiendo valores, o no? ¿El problema es que no se transmiten valores, o que son incorrectos? Es mucho más efectivo para la posición conservadora, retóricamente, argumentar que se está privando a los niños de puntos de referencia morales, que aceptar que simplemente se les están transmitiendo valores que una religión particular no acepta.

La mayoría de los padres sí quieren transmitir sus valores a sus hijos, aunque no lo hagan de manera estructurada (con la Biblia en la mano, por ejemplo). El valor de la libertad para explorar distintos caminos (en todas las esferas de la vida) y seguir el que parezca más correcto, aunado al valor de la responsabilidad por los propios actos y decisiones, es parte de una forma de educar que muchos padres han aceptado como mejor que la represión moral que pasa por educación tradicional cristiana.

Grondona cae tan bajo como para afirmar que se le ofrece a los niños libertad para elegir cualquier cosa, “desde el bestialismo hasta la fidelidad conyugal”. Aquí hay implícita una falacia que se denomina de la pendiente resbaladiza (es una forma del efecto dominó), y que les encanta a los guardianes de la moral: ¿cuántas veces hemos oído “si ahora permiten esto, después van a permitir esto otro, y al final van a permitir incluso eso otro?”. Incluso en nuestro ambiente de liberalidad sexual, es evidente que no hay hordas de jóvenes huérfanos de valores volcándose al bestialismo (de la misma manera que la tolerancia de la homosexualidad no ha causado inversiones masivas de la tendencia sexual de la población, y la legalización del divorcio no ha provocado la desaparición de la institución matrimonial).

Hay una frase sencilla y cortada por una elipsis que muestra mucho cómo se pueden proferir falsedades y falacias que pueden sonar perfectamente ciertas cuando uno cambia el significado de una palabra clave.
Aguer: “En el paraguas la perspectiva de género se igualan todas las opciones. Entonces, como no hay una referencia a la naturaleza…”
¿De qué naturaleza se habla? Aguer no está hablando de la naturaleza; está hablando de lo que los católicos llaman "naturaleza humana" y asocian a una supuesta "ley natural". Para los que no adherimos a la doctrina católica, que somos la mayoría (incluyendo muchos católicos de nombre), la naturaleza no tiene moral; no puede tenerla, no puede darnos lecciones morales; el ser no conduce nunca al deber ser. La "naturaleza" de Aguer no es el mundo natural; es un modelo con el que Dios formó al mundo y al que, aunque nadie puede verlo, los creyentes tienen acceso privilegiado a través de la enseñanza de los líderes de la Iglesia, comenzando por el Papa.

Y esto debe ser así porque difícilmente un hombre con estudios, como Aguer, podría caer groseramente en la falacia naturalista, al implicar que la heterosexualidad y el no uso de anticoncepción es lo correcto porque es "natural" (porque los hombres y las mujeres biológicamente estamos diseñados para copular con un miembro del sexo opuesto con fines reproductivos). El arzobispo no apela a la naturaleza real porque en la naturaleza no hay, valga la redundancia, nada contra natura; se refiere al modelo bíblico de la Creación. Pero (y esto es a lo que quería llegar) él no da toda esta explicación; es ambiguo, sabiendo que sus palabras pueden ser tomadas de otra manera, y sabiendo que el argumento de "lo que es natural", falaz pero muy común, le ganará asentimientos extra entre su audiencia. Para las respetables señoras escandalizadas por la homosexualidad en público y la promiscuidad de los jóvenes, la determinación biológica de los sexos y el "Dios hizo al hombre varón y mujer" se confunden.

Voy a omitir otros temas tratados por Aguer y Grondona que no son de mi interés, como su análisis del supuesto neomarxismo y el uso de la “dialéctica del poder en el seno de la familia” que observa en el documento del Ministerio de Salud que motivó su declaración crítica.

Un punto que sí es interesante es cómo hablan de la mujer estos dos hombres. Mientras que Aguer comentaba que se pretende “des-esencializar a la mujer de su condición femenina”, Grondona recordó a Pablo VI hablar de los roles femeninos y masculinos. “Una cosa es subordinar la mujer al hombre, lo cual es absolutamente refutable, y la otra es decir que son iguales”, parafraseó, y luego puso el ejemplo de un coro, en el que “el tenor y la soprano tienen la misma dignidad pero no cantan igual”. Esto es jugoso. Para empezar, se reafirma la posición esencialista (la mujer es esencialmente algo; no puede contrariarse su esencia; sería como usar una cuchara para cortar).

La imagen del coro me recordó instantáneamente esa mitología maravillosa que creó J. R. R. Tolkien. En el mito de la creación que se narra en El Silmarillion, el primer libro se llama en lengua élfica Ainulindalë, la Música de los Ainur. Los Ainur, seres angélicos de gran poder, cantan a instancias de Eru Ilúvatar, el Creador, y su canto forma la esencia de Eä, el mundo, que luego Ilúvatar actualizará (es decir, hará existir). En el coro hay muchas voces y muy diversas, pero todas (nos dicen) cantan finalmente para gloria de Ilúvatar, incluso la voz disonante y desafiante de Melkor, el equivalente tolkieniano de Lucifer.

Ahora bien, el coro de la familia humana no es armonioso, ni mucho menos, porque los hombres no somos ángeles, sujetos a la voluntad de Dios. Un coro tiene un reglamento y un propósito. Los humanos no tenemos enfrente una partitura y a un director con una batuta; no tenemos más propósito que el que nos damos a nosotros mismos. Juan Pablo II predicó que Cristo es el “Señor de la Historia”, queriendo decir que la historia del mundo es ordenada por Dios y gira en torno a su encarnación como Jesús; presumiblemente ahí está nuestro director, pero no puede esperarse que todos sigamos fielmente sus indicaciones, algunas ambiguas, otras brutales, todas perdidas en el tiempo y en múltiples interpretaciones. La teología puede inventar esta clase de estructuras sin sustentación alguna, pero la realidad no nos da esa facilidad. El tenor y la soprano no tienen su lugar fijo y marcado en el coro. La tradición cristiana cree que hay un orden inmutable, el hombre aquí, la mujer allá; pero esa tradición, felizmente, está muriendo.

El tema de la conversación pasó luego al feminismo. A Aguer no le gusta el feminismo; prefiere la “promoción de la mujer”, sobre la que no se explayó, aunque parece que involucra darle a la mujer más oportunidades para quedarse en casa y tener hijos.

Lo más parecido a una interpelación de parte de Grondona fue una pregunta sobre la cuestión del sacerdocio femenino y su comentario sobre las ideas del teólogo disidente Hans Küng acerca de la posición inferior de la mujer en la Iglesia. A esto Aguer dijo solamente: “La perspectiva de Küng es una perspectiva sociológica, no teológica.” O sea que la sociología no puede hablar del hombre; el teólogo debe elevarse por encima de ese plano terrenal, burdo. La teología, que es un ejercicio de masturbación mental sobre las características y presuntas intenciones de un ser mitológico, es más sabia que la ciencia de la sociología.

¿Y la idea de Dios como mujer, que avanzan algunos movimientos feministas y religiosos renovadores?
Aguer: “En la Biblia queda bien claro que Dios está más allá de la definición de los sexos.”
¿En dónde exactamente será eso? ¿Por qué será que desde la antigüedad hasta hoy Dios es consistentemente representado como un hombre viejo? ¿En qué parte de la Biblia se nombra a Dios sin referirse a él con el pronombre masculino, en el rol viril de Señor de los Ejércitos, o como Padre?

Siguiendo con su reafirmación del papel tradicional de la mujer, según Grondona, en la Política de Aristóteles, las mujeres se quedan en casa mientras sus maridos deciden los asuntos en el ágora; pero no es que estén marginadas de la decisión, sino que son ellas las que mandan a sus maridos a tomar decisiones, y éstos al volver tienen que darles cuenta a ellas. A esta falsa ingenuidad responde la tierna voz del lugar común:
Aguer: “Eso corresponde a la naturaleza: la mujer es el hogar.”
Aclaro que no soy un feminista de los que dicen que el rol tradicional de la mujer como madre y ama de casa es siempre una imposición de un modelo patriarcal y opresivo. Muchas mujeres se sienten perfectamente bien en ese rol. La clave es la diversidad. Para Aguer y para Grondona, la diversidad es anatema. Diversidad significa libertad, y libertad significa posibilidad de pecado.

En la naturaleza (la real, no la de Aguer), hay animales cuyas hembras viven preñadas o cuidando a sus retoños y otras que comparten esta última tarea con el macho. Dónde estamos en este campo nosotros, Homo sapiens, es discutible, pero poco importa: hace rato que dejamos de considerar que los instintos naturales son incondicionalmente lo mejor para nosotros. Quizá nuestra biología (nuestra naturaleza) nos impulse a adoptar los roles tradicionales del macho y la hembra, pero recordemos que la biología atrasa y que la evolución no busca lo óptimo, sino lo posible. Probablemente siempre exista una tensión entre los roles de mujer madre y de mujer trabajadora; la solución es brindar oportunidades para ambas, no prescribir que una “corresponde a la naturaleza” y la otra no.

2 comentarios:

  1. ¡Muy buen artículo! Ambas partes. Cada vez que escucho hablar a estos curas de temas que no conocen (todos, salvo mitología) con tanta liviandad, y haciendo juicios descaradamente, me hierve la sangre.
    Pensaba que Grondona, algo instruido, se elevaba un poquito por sobre la imbecilidad general, pero veo que no.
    Me cabe pensar entonces que cualquiera puede llegar a las más desopilantes conclusiones, por más de conocer toda la información disponible sobre un tema. Me da algo de miedo, es tan difícil encontrar la verdad...

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  2. Es que Grondona, aunque quiera pasar por un filósofo elevado a las alturas, es un tipo con una ideología bien definida, y no le causa ningún pudor distorsionar algunos hechos. Aguer, lo mismo. Grondona es como un sacerdote de Platón y Aristóteles. :)

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