martes, 8 de junio de 2010

La libertad es esclavitud (A193)

El presbítero Tomás Santidrián es un sacerdote católico muy conocido en Rosario (mi ciudad), por ser el fundador y director de HOPROME (Hogares de Protección al Menor), instituciones donde se acoge a niños desamparados, sin familia ni hogar. Jamás he escuchado sobre él nada menos que las más merecidas alabanzas a la labor que realiza. Lamentablemente, su amor a los niños no ha llegado al punto de obligarle a replantear su adhesión a la doctrina católica o repensar sus prejuicios, como lo prueba la carta que, titulada Liberación del Evangelio, salió publicada hace unos días con su firma en el diario local La Capital.

El tema, como no podía ser otro en estos días, es el matrimonio homosexual. El enfoque es un poco curioso: se refiere a la degradación del sentido de las palabras y los conceptos. Todo lo bueno, según Santidrián, viene del cristianismo:
Palabras "mágicas", capaces de invadir una cultura, provocar un cambio social y crear nuevas ideologías. Así fue, por ejemplo, el vocablo "liberación", manipulado entre sectores opuestos como estandarte para eliminar —literalmente— al enemigo. Curioso: esta consigna es originaria del Evangelio. Jesús vino a proclamar la liberación a los pobres, a los oprimidos, señalando el mal y el pecado como causas de la esclavitud. […]

Actualmente, siglo XXI, posmodernismo, estallan nuevas palabras mágicas. Una de ellas es, sin duda, "discriminación". No discriminar. Ha penetrado la cultura, originando un gran cambio social. En el origen de esta nueva palabra mágica está el Evangelio. En forma mucho más profunda. Jesús decía: "No hagas a los demás lo que no quieras te hagan a ti", "No juzguen y no serán juzgados", "La verdad los hará libres". Dos palabras claves en estas sentencias del Maestro: libertad y verdad.
Hay muchísimo que comentar en estos dos párrafos seleccionados. La primera alusión es sin duda a la teología de la liberación, asociada —para bien y para mal— con corrientes ideológicas marxistas dentro de la Iglesia de América Latina, conectadas a su vez con movimientos radicales e incluso violentos, aunque mucho menos poderosos que las sangrientas dictaduras que hemos sufrido y que la jerarquía de la Iglesia apoyó sin ambages. Es irresponsable adivinar qué hubiera dicho Jesús sobre el tema, pero podemos conjeturar que el hombre que dijo “al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” y “mi reino no es de este mundo” difícilmente puede haber venido a liberar realmente a los pobres y oprimidos: lo que ha hecho más bien, en estos dos milenios, es consolar a los sometidos y humillados con la promesa de una vida mejor después de la muerte, a cambio de permanecer quietos y obedientes a la autoridad en ésta. San Pablo, inventor del cristianismo, puso las cosas en orden por si hubiera dudas: el marido por sobre la mujer, el amo por sobre el esclavo, y por extensión el patrón sobre el obrero, el rey sobre sus súbditos, y sobre todos ellos, Dios, en la persona de Sus vicarios.

La palabra “discriminación” también es secuestrada para el cristianismo. A Santidrián le faltan agallas para decir claramente lo que piensa de este moderno concepto, que desde luego no tiene que ver con la Regla de Oro (tampoco invención original de Jesús, por caso) ni con “no juzgar”, sino simplemente con el reconocimiento de nuestra humanidad común a pesar de las diferencias. Al referirse a ella como una de esas “palabras mágicas” que de pronto la sociedad posmoderna pone de moda, dice sin decirlo que es un concepto molesto y falso, pura corrección política, un obstáculo a la verdad (como la libertad de pensamiento, idea también condenada por la Iglesia); y la verdad es que hay cosas que le gustan a su dios y cosas que no le gustan, y si a su dios no le gustan, es su deber señalarlas con un dedo, denunciarlas e intentar imponer por ley su prohibición o sanción, porque su dios así lo manda. Visto así es bastante sencillo no discriminar —es decir, hacerlo sin sentirlo—; como dijo alguien, “Es fácil ver que uno ha creado a Dios a su propia imagen cuando resulta que Dios odia a toda la misma gente que uno.”
Libertad: San Pablo define su sentido: "Vuestra vocación es la libertad. No una libertad para que se aproveche el egoísmo; al contrario, sean esclavos unos de otros por amor".
Es llamativo que Santidrián cite a Pablo de esta manera; el versículo (Gálatas 5:13) utiliza incluso en las versiones más arcaicas en castellano el verbo servir y no la expresión ser esclavos. Pablo, además, no habla de egoísmo, sino de la carne o las pasiones, es decir, para dejarnos de eufemismos, el sexo, asunto con el cual —o más bien con la privación del cual— Pablo (virgen y quizá no voluntariamente célibe) tenía una cierta obsesión. Para Pablo, para el cristianismo, la libertad sólo vale como renunciamiento al placer físico y la rendición de todo lo que es pasión, rebeldía, disenso o independencia. También (como vemos en otras de sus cartas) es la renuncia al placer intelectual, a la filosofía, a la razón. Todo eso es de la carne, es egoísmo y contrario a Dios. Parece increíble (o no: el totalitarismo no es una idea novedosa) pero San Pablo logra, en unos pocos pasajes, elevar a principios doctrinarios dos terceras partes del infame lema que Orwell pondría como divisa del Ministerio de la Verdad en su 1984: (La guerra es paz) - La libertad es esclavitud - La ignorancia es fuerza. El doublethink tampoco es un invento literario moderno.

Santidrián enfrenta la “ley natural” (que no es ley ni es natural) con el cuco del relativismo moral, y aprovecha la intervención de una legisladora que, durante el debate de la ley de matrimonio sin distinción de sexo en la Cámara de Diputados, habló —en broma, aunque sin gracia y con pésimo sentido de la oportunidad— de legalizar la poligamia y la zoofilia. “No nos extrañemos de las posibles consecuencias”, clama el sacerdote. Otros han sido más honestos expresando su revulsión. (Por si hiciera falta decirlo, no, no hay ningún colectivo significativo pidiendo que se institucionalice la unión poligámica o se legalice la zoofilia. Y el asco o el prejuicio moralista no son argumentos racionales contra nada.)

Presenté a Santidrián arriba como un hombre que se preocupa por los niños. No me cabe duda de que esto es así. “En los Hogares de HOPROME, el mayor esfuerzo está dirigido a producir un ambiente de verdadera familia. Los chicos están a cargo de un matrimonio […] y permanentemente tienen el referente de estos padres sustitutos”, dice en el sitio web de la organización. ¿Le molestará a Santidrián tener que aclarar, en un futuro próximo, que ese matrimonio es entre un hombre y una mujer y no de otra clase? ¿O ignorará, como ignoran despectiva y puerilmente los medios católicos, la ampliación del derecho de casarse y formar una familia a los homosexuales, poniendo “matrimonio” y “casamiento” entre comillas cuando no les guste llamarlo como la ley dice?

En los hogares de HOPROME, naturalmente, los chicos son indoctrinados en el catolicismo, y se los hace asistir a misa. ¿Se les explicará, cuando crezcan, que la libertad no es esclavitud, que el amor no es sometimiento, y que ninguna ley o moral —humana o supuestamente divina— es superior a la realidad pura y simple de que todos somos distintos?

5 comentarios:

  1. Por supuesto que no se les explicara nada de aquello. Quizá el motivo central de la existencia de esos hogares es loable: cobijar al desamparado. Pero "de pasada" se aprovecha para moldear a los niños tal como les plazca, sin ningún contrapeso.

    Respecto a lo de la libertad: es un argumento bastante inteligente, pero paradójico, decir que se es libre al no hacer lo que se desea hacer. Porque claro, si nunca eres capaz de negarte no eres libre. Pero si te niegas permanentemente porque debes negarte para ser libre, tampoco eres libre. Es irrisorio a fin de cuentas, pero al menos es un intento por racionalizar sus impopulares ideas.

    Saludos desde Chile.

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  2. Ya sin argumentos para prohibir una relación entre adultos, los retrógados quieren llevar el debate por el "matrimonio" homosexual a las consecuencias -aparentemente terribles- que estas uniones suponen para los niños nacidos o adoptados dentro de matrimonios homosexuales.

    Más allá del prejuicio evidente, olvidan que en muchos casos la disyuntiva para los niños huérfanos no es entre una pareja "normal" vs una "anormal" sino entre vivir dentro o fuera de una institución.

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  3. Mi argumento es que este viejo es unos de lostantos altruistas de la iglesia que capta niños y jovenes de la calle y con problemas con la ley para justificar el gasto que hace de sus "hogarsitos" para desamparados. Resive muchas donnaciones, tambien por parte del estado. Se imaginan que la iglesia le quite su apoyo economico. El anciano no es tonto.Yo no me creo eso del buen samaritano. Aparte a habido denuncias de maltrato y abuso de niños en esos hogares, si el padresito no puede estar en todos los hogares que fundo y aparte la mayoria de esos jovenes son delincuentes. ¿Se imaginan lo que puede pasar?

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  4. Pues desde que en mi adolescencia leí aquella genial obra de Orwells, es que he tenido mas cuidado con las relaciones humanas, al hallar tantos paralelismos. Especialmente en situaciones de carácter político y como no, religioso - muchas veces ambas no tiene límite entre sí, considerando que la religión quiere tomar las riendas de nuestras vidas.

    Asi como el Ingsoc se apropiaba del crédito de los mejores avances como propios, las religiones judeocristianas que conozco se apoderaron de las normas morales y éticas de la humanidad. Incluyo tanto al catolicismo, como a otros credos evangélicos que rayan en el fundamentalismo. Además de entreverarlos con sus propios codigos éticos deformados, como la sumisión, ignorancia, el estoicismo inútil, la autoflagelación, etc, que vienen disfrazados bajo muchos nombres de manufactura "teológica".

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  5. No sé si ya habían leído este texto (y si ya salió como link, perdonen), pero lo acabo de ver y lo encontré genial: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-6234-2010-06-13.html

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