miércoles, 29 de septiembre de 2010

Virgen de San Nicolás: pura fe y algo más (A206)

Aquí en Argentina el 25 de septiembre es el Día de la Virgen de San Nicolás, que conmemora la supuesta aparición (en 1983) de la supuesta madre partenogenética del supuesto hijo del dios cristiano, en su versión católica apostólica romana. Como es habitual, la Virgen se apareció a una mujer creyente, poco instruida, y a solas, y como es también muy habitual, le pidió que construyeran, no un orfanato o una biblioteca pública o un hospital, sino un santuario —de preferencia gigantesco— para venerarla a Ella, cosa que se ha venido haciendo desde hace más de veinte años.

Al tiempo el asunto se ha ido transformando en un gigantesco negocio para vendedores de merchandising religioso, para el municipio de la ciudad de San Nicolás (que no tiene potencial turístico en absoluto fuera de esto) y para la Iglesia Católica, que mientras por un lado se ha cuidado mucho de autentificar las apariciones y posteriores mensajes de la Virgen, ha aprovechado los días 25 de cada mes para conmemoraciones menores y un sábado de septiembre de cada año para congregar a centenares de miles de fieles en una peregrinación a pie desde Rosario hasta San Nicolás (a unos 70 km), inutilizando durante todo un día la Ruta Provincial 21 que conecta varias de las más importantes ciudades santafesinas del llamado Cordón Industrial.

Este año la cosa se complicó porque obreros de la quebrada empresa metalúrgica Paraná Metal, situada en Villa Constitución (a unos pocos kilómetros de San Nicolás), decidieron protestar cortando la autopista que va desde Rosario hasta Buenos Aires pasando por San Nicolás, dejando la RP 21 como única alternativa de circulación. La peregrinación se pospuso y luego se canceló, lo cual no impidió que 400 mil personas se congregaran frente al santuario el sábado pasado.

La crónica de esta celebración atípica en el diario rosarino La Capital es en sí bastante típica, aunque uno no puede dejarse de preguntar hasta dónde el cronista estaba riéndose por lo bajo de la superstición ajena, especialmente cuando detalla conspicuamente el precio de los bidones de “agua bendita con poderes curativos” tomada directamente de la red o el del alquiler de un puesto de venta de rosarios y estampitas (1500 pesos —unos 300 euros— más tasa municipal) o comenta la gozosa credulidad de los fieles que gritaron “'¡milagro!” y dijeron que el sol se había “rodeado con los colores de la Virgen” luego de mirar un rato el disco solar a ojo desnudo.

Hasta aquí nada más ni menos lamentable que (salvando las distancias) Lourdes o La Meca. Casi no hay quien se oponga a la peregrinación y la celebración multitudinaria en San Nicolás (un solitario crítico lo hizo en una carta de lectores hace unas semanas) porque se entiende, o se supone más bien, que toda esta superchería y este infantilismo son para uso privado, para consuelo o alegría de algún pobre creyente, inofensivos, o como dice el cronista “la fe en su forma más pura”. Para demostrar lo contrario podemos exhibir una nota del diario Tiempo Argentino donde nos enteramos que el obispo de San Nicolás, Héctor Cardelli, no se limitó a las tonterías habituales (paz, amor, devoción, avemarías…, “la fe en su forma más pura”, digamos) sino que aprovechó para criticar la ley de matrimonio igualitario, que recientemente dio a las parejas del mismo sexo el derecho a casarse.

Las celebraciones y devociones religiosas no son para promover la moral y las buenas costumbres, la paz y el amor, la unión de la familia, la fe en cosas elevadas, la honradez y la pureza de corazón; no son para dar consuelo a los afligidos ni aliento a los desesperados; no son para crear una red social, para dar contención, para unir en una comunidad. Pueden servir para eso, a veces (aunque muchas otras cosas pueden servir, y mejor). Pero el verdadero objetivo de toda celebración religiosa organizada y manejada por un sacerdote, por un obispo, por una corporación como la Iglesia Católica, es la de mantener y reforzar el sentimiento de pertenencia de los fieles a un rebaño, y utilizar esa pertenencia, el fervor de “ser parte de”, para transmitir mensajes ideológicos y exigir el asentimiento y la obediencia del rebaño.

No es algo sencillo y directo; es perfectamente posible desobedecer o desoír los mensajes, porque no hay aquí magia ni poderes mentales ni un lavado de cerebro. Pero es un hecho que todos los mensajes beneficiosos que recibimos de la religión son independientes de la misma y pueden ser transmitidos por otros medios; lo único que hace especial a la religión es que junto con esos mensajes obviamente morales (ama a tu prójimo, no robes, no mates, sé generoso) viene un bagaje ideológico frecuentemente exclusivo, divisivo, discriminatorio e inmoral…, y a los fieles se les presenta todo el paquete como una sola cosa. El envoltorio es bello, pura fe, prístina e inocente devoción. El contenido es un asunto totalmente distinto.

3 comentarios:

  1. "El envoltorio es bello, pura fe, prístina e inocente devoción."

    Ah la fe, una de las 3 "virtudes teologales", junto con la caridad y la esperanza.

    Indigna la verdad ver como se trata en los medios este tipo de caminatas nonsensicales.

    Pero bueno, hasta que no se muestre la verdadera cara de estas falsas virtudes (fe como irracionalidad, caridad como asistencialismo "espiritual" y no material -convengamos que tuvieron 2000 años para promover el fin de la pobreza etc y fallaron- y esta esperanza irracional tambien, fundada en fantasias complacientes que no resisten el menor analisis

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  2. Termina San Nicolás y empieza Luján. Parece que la provincia de Buenos Aires, va poner asistencia para los peregrinos. Otra vez plata donde no se necesita.

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  3. Hay que recordar siempre: los seres humanos son respetables, no las ideas, algunas de las cuales deben ser denostadas fuertemente.

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