lunes, 6 de febrero de 2012

Confusión de los fieles

Leo en Página/12 una nota sobre la censura eclesiástica de dos libros publicados por la editorial católica San Pablo. Había escuchado hace un tiempo el caso de uno de estos libros; el otro es nuevo para mí. Por orden superior del cardenal William Levada, autoridad suprema de la Inquisición, a Silvio Sassi, superior general de la Sociedad de San Pablo Internacional, y de éste al sacerdote Agustín Cortés García, director de la editorial San Pablo en Argentina, se quitaron de circulación, se descatalogaron y se eliminó toda publicidad de Parejas y sexualidad en la comunidad de Corinto, del pastor metodista Pablo Ferrer, y Sexualidad y condición homosexual en la moral cristiana, del teólogo católico Marciano Vidal, ya que su contenido podría ser “causa de confusión entre los fieles”.

Con tales títulos, no es difícil imaginar qué es lo que motivó la censura. Es posible imaginar, por el contrario, al cardenal Levada y a un gran equipo de acólitos escaneando el mundo cultural católico con el equivalente de un programa antivirus que busque términos potencialmente patógenos como sexualidad (con o sin el prefijo homo-) y otros relacionados, para suprimirlos sumariamente. La Iglesia Católica es una inmensa maquina burocrática con una producción cultural, editorial y mediática que, una vez descontadas las manifestaciones repetitivas y sin sentido de amor divino, deseos de paz y bendiciones varias, se centra en la oposición a derechos y libertades. La libertad de expresión no es un valor para la Iglesia, como tampoco lo es la libertad de formar una familia o de vivir la sexualidad con criterios individuales propios. Hay —dentro de la Iglesia y fuera de ella— quienes creen que instituciones como el Santo Oficio, el Index librorum prohibitorum y la necesidad de Nihil obstat e imprimatur pertenecen al pasado; no podrían estar más equivocados.

Lo único sorprendente aquí es la dolida reacción de Andrea Hojman, directora de la colección Senderos Bíblicos, en la que se publicaron los libros censurados. Hojman dice que sintió “una mezcla de extrañeza, dolor, absurdo, vergüenza” y que el episodio le recordó a las épocas de la dictadura. Uno no puede menos que preguntarse si Andrea Hojman es muy joven, muy ingenua, o si sufrió un lavado de cerebro selectivo: la Iglesia Católica fue soporte y parte integral de la última dictadura; los valores del catolicismo integrista son explícitamente totalitarios. El mero apellido de Hojman le hubiera impedido acceder a un puesto en una institución católica en aquella época, en que el gobierno era conducido por personajes de un antisemitismo grosero y paranoico, como todavía ostentan muchos católicos. (Que ahora pueda dirigir una colección dentro de la editorial San Pablo es un progreso, podría decirse, aunque todo depende, como se ve, de si consigue quedarse callada y bajar la cabeza).

Termina Hojman diciendo:
“…seguramente quienes detentan el control ideológico de la Iglesia Católica entenderán que sus recursos provienen de parámetros de otro orden, que no coinciden con las democracias civiles y que pretenderán perpetuar los escenarios de doble estándar. Pero en la Argentina, donde se publican estos libros que los incomodan, vivimos en democracia.”
No ha entendido, evidentemente, que la editorial San Pablo, como cualquier otra institución que dependa y se someta al control de la Iglesia Católica, no es ni puede ser jamás democrática. La Iglesia es una institución monárquica, teocrática, absolutista y vertical. Cada editorial católica, cada colegio, universidad, sanatorio, orfanato, retiro de ancianos que ostente con autorización el calificativo “católico”, es, como cada parroquia y cada catedral, un territorio extranjero, que con anuencia del Estado se sustrae a las reglas democráticas. Que nadie se extrañe de que la Inquisición siga viva.

2 comentarios:

  1. "Uno no puede menos que preguntarse si Andrea Hojman es muy joven, muy ingenua, o..." ... pensé que ibas a poner "... pelotuda".

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  2. Alejandro Paiz Meschler6 de febrero de 2012, 11:06

    Me gustó mucho el artículo. Muy bien explicado.
    "causar confusión entre los fieles" es equivalente a "nuestros fieles podrían comenzar a pensar por sí mismos". Y si eso sucediera, a la Iglesia se le acaba el negocio. Porque, como vos dijiste, quitando el "amor divino, deseos de paz y bendiciones varias", ¿qué nos queda? La restricción de derechos básicos como son los derechos de la mujer [1] o los derechos sexuales [2].

    [1] http://es.wikipedia.org/wiki/Declaraci%C3%B3n_de_los_Derechos_de_la_Mujer_y_de_la_Ciudadana
    [2] http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/misc/newsid_3715000/3715309.stm

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